20 diciembre, 2008

Revista de Poesía Álamo, nº66



Atardecer del 21 de julio

Su lectura me trae hasta ti
ahora que otra tarde declina, trae
aquella locura nuestra
que me acerca un paisaje,
también tus mejillas sonrojadas.
Él dice que
la lejanía
se ofrece como un cuadro
en las horas en las que el hombre
a sí mismo se encuentra.
Yo digo que los hombres cambiamos,
que al encontrarnos
perdemos al que fuimos.
Así es como recuerdo
a aquellos dos muchachos,
así los imagino, blandos
sobre la arena blanca del mediodía.
No me permite el tiempo
imaginar sus rostros, mas
así te imaginaba
cuando nos despedimos,
Diótima en el rubor solitario
preguntándote:
¿Cómo pasaron las horas, cómo
mi alma pudo estar serena
ante la verdad de la separación?

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