21 diciembre, 2009

Por alusiones, o El péndulo de Foucault de Umberto Eco.

Le digo a Juanjo Mediavilla que voy a poner aquí un fragmento que me ha divertido de El péndulo de Foucault, sobre los autores que firman con uno o dos apellidos, y que lo voy a hacer "por alusiones", como dicen en el parlamento. Juajo me dice: "Titúlalo así, tío". Así que allá va la normativa:

Reglamento del Parlamento Europeo
Artículo 151: Intervención por alusiones personales.
1. Los diputados que soliciten intervenir por alusiones personales tomarán la palabra al final del debate sobre el asunto del orden del día que se esté examinando o con ocasión de la aprobación del acta de la sesión en que se haya producido la alusión.
Los diputados aludidos no podrán entrar en el fondo del asunto, sino que se limitarán bien a refutar aseveraciones hechas durante el debate en relación con su persona u opiniones que se les hayan atribuido, o bien a rectificar sus propias declaraciones.
2. Las intervenciones por alusiones personales no excederán de tres minutos, salvo acuerdo en contrario del Parlamento.


Ahora el texto de Eco:

Un AAF es un Autor Autofinanciado (...).Y aquí tiene a nuestra exquisita poetisa, la dulce Olinda Mezzofanti Sassabetti, la autora de Castos latidos, que sin duda habrá leído.
Belbo me confesó que durante mucho tiempo se había preguntado por qué todos los AAF de sexo femenino firmaban con dos apellidos: Lauretta Solimeni Calcanti, Dora Ardenzi Fiamma, Carolina Pastorelli Cefalu.
¿Por qué las escritoras importantes tienen un solo apellido, salvo Ivy Compton-Burnett, y algunas ni siquiera lo tienen, como Colette, mientras que una AAF tiene que llamarse Olinda Mezzofanti Sassabetti? Porque un escritor auténtico escribe por amor a su obra, no le importa que le conozcan con un seudónimo, como en el caso de Nerval, mientras que un AAF quiere que le reconozcan los vecinos, la gente del barrio, e incluso la del barrio en que vivía antes. Al hombre le basta con su apellido, a la mujer no, porque algunos la conocen de casada y otros sólo la conocieron de soltera. Por eso usa dos apellidos.

Por alusiones:

Seré breve, tengo tres minutos. Mire usted, en primer lugar yo no soy un AAF, en segundo lugar tengo que decirle que le he dado una segunda oportunidad a su péndulo que me compre (guardé el dentro el papelito de Círculo de Lectores) en 1992. No pue, se me hizo tedioso hasat la página ochenta en que abandoné. Nada compaable a Kafka en la orilla que leí la semana pasada, pero que en commparación con los cuentos su Sauce ciego, mujer dormida, que leí la anterior, pues que que Haruki Murakami, dedícate al relato. Pero me estoy desviando, lean ustedes Sauce ciego, mujer dormida (Tusquets Ed.). A lo que iba, Umberto, que en mi defensa, y en tercer y último lugar, tengo qe decir que yo lo hice por tener contentos a padre y a madre por igual, y que soy más de quitar el nombre, que se me hace feo. Tres minutos.

Réplica:

Bueno,en realidad va solo contra las mujeres... Quien se pica ajos come. Me he dado cuenta copiado el párrafo.

Coda, o un fragmento maravilloso:

Están las alcantarillas de París... ¿Ha estado en ellas? Pueden visitarse los lunes, los miércoles, y el último sábado de cada mes, entrando por el Pont de l'Alma. También se trata de un recorrido para turistas. Desde luego, en París también hay catacumbas, y cuevas subterráneas. Y, claro, el metro. ¿Ha estado alguna vez en el número 145 de la rue Lafayette?
—Confieso que no.
—Un poco a trasmano, entre la Gare de l'estáy la Gare du Nord. Un edificio a primera vista anodino. Sólo mirando mejor se advierte que las puertas no son de madera, como parece, sino de hierro pintado, y las ventanas dan a unas habitaciones en las que hace siglos que no vive nadie.
Nunca se ve una luz. Pero la gente pasa y no sabe.
—¿No sabe qué?
—Que la casa es falsa. Es una fachada, una estructura sin techos ni interiores. Vacío. No es más que la boca de salida de una chimenea. Sirve para la ventilación y la descarga de vapores del metro regional. Y cuando uno se da cuenta, tiene la impresión de estar frente a la boca de los infiernos, sólo con que lograse atravesar esas paredes, podría acceder al París subterráneo. He llegado a estar horas y horas delante de esas puertas que ocultan la puerta de las puertas, la estación de salida para el viaje al centro de la Tierra. ¿Por qué cree usted que la construyeron?
--Pues, para ventilar el metro, como acaba de decirme.
--Con unos respiraderos hubiese sido suficiente. No, es al encontrarme con estos subterráneos cuando empiezo a sospechar. ¿Entiende lo que quiero decir?