Ben Clark versus David Moreno.
Lo del viernes me ha hecho volver a la noria del arte contemporáneo, arte efímero y sin sentido pero que lo tiene. Qué es el arte, nada ya, sus límites se han ido, es el todo.
Cualquier actuación sobre la realidad —elemento subjetivo atado a nuestra leve capacidad de percepción—, cualquier variación intencionada sobre ésta puede considerarse arte, y eso le otorga su libertad. No se debe acudir a disquisiciones que irían en detrimento del arte, opiniones morales relacionadas con valores subjetivos. No tienen nada que ver con el hecho de que aporte algún valor positivo pegarse con los puños, o sí. Aporta un valor en tanto que provoca una meditación en cada espectador entorno al arte .
Qué se hace por el arte, para qué sirve un cuadro, un mural en un edificio a demoler, un juego de luces o la caligrafía que un coreano dibuja con agua sobre una teja. Por qué es más efímero eso que los grandes edificios. Qué, por qué, para qué, son partículas interrogativas que hacen apología de un uso funcional del arte, pero el arte no es una función social, es arte. Dos tipos que se parten la cara delante de trescientas cincuenta personas porque consideran que la expresión escrita ha terminado ahora —o que exigua necesita salir de la palabra, drenar—, es arte. Eso lo pienso yo, qué pensará otro. Lo importante es la materialización de la idea que lleva a la creación de otras ideas. Qué locura.
En tanto, espero —porque lo aprecio— que mi amigo Ben esté ya en otra cosa, en el siguiente paso de la búsqueda sin premio. Por dos razones, evitar magulladuras y que en arte si ya está hecho ya no va a tener sentido más.
Salamanca, 28 de enero de 2008
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