17 octubre, 2010

Las labores del silencio: Luz Mercedes Orrego Morales

Luz Mercedes Orrego Morales es una colombiana que habla de su ciudad, Medellín, como de un lugar lejano en la memoria. Pero hay que decir que esto no es preciso, porque es media verdad.
Mercedes habla de todo como de algo lejano: habla de su poesía, aunque se trate de un texto escrito en un hueco de una agenda esta misma mañana; de su vida en Salamanca ayer, o el año pasado, que viene a ella como un penoso ejercicio de memoria, como algo que quedó atrás y ya nunca le interesará del todo; y habla de su vida en Medellín…
Entre las dos ciudades y ese mundo interior, a través de los saltos posibles de la comunicación vía internet que casi le es ajena, y otra comunicación que le es más cercana: la que hay entre Filosofía y Poética, ha creado esta colección de casi cincuenta poemas.
La poesía ha salido —jamás alcanzaré a saber cómo— de las agendas y libretas de uso múltiple en las que nos lee cada jueves en la tertulia del Ateneo, hasta un libro ordenado cuyo título define a la persona: Las labores del silencio.

Fotografía: Benito González García.

Cuando Mercedes escribe, algo sincrético y humano mira hacia adentro en una lengua abierta y precisa que nombra, aclara, la indefinible realidad.
Sus poemas —breves, llenos, justos— solo se pueden definir con las mismas palabras que los dibujan.
Poco más me atrevo a decir: la envidia bien entendida —y el que quiere entender mal nunca entenderá nada— en un sentimiento muy sano.
Y yo envidio la poesía de Luz Mercedes Orrego. Espero que vosotros la envidiéis también, porque eso significará que la habéis aprehendido.

Casa de las Conchas, Salamanca, 16 de octubre de 2010

10 octubre, 2010

Creep, memorias en 8bits



Reducir la imagen a píxels, el sonido a bits... o cómo hacer con el relato. También versionable con un cuarteto de cuerdas o con un piano, cuando este Creep de Radiohead pasa tiempo sin sonar en casa o en el coche, siempre me trae la imagen del momento primero en que la escuché: estaba en Irlanda.

Entré en la habitación de Mac porque todos pululábamos con la casa y los poco días que no salíamos de fiesta no queríamos dormir. Mac estaba ya en la cama escuchado los cascos, se había comprado un disco nuevo en España y solo había encontrado una versión en cinta: Espera, que te la pongo. Me senté al lado de él en la mugrosa carpet de nuestra casa para poder ponerme sus auriculares. Entonces no pensábamos tanto en esas cosas, la alfombra o el fregadero o los bares. Entonces apretó "play" y sonó algo que tampoco decía mucho, una voz grave, raro... luego sonó la guitarra.

En Alemania, al año siguiente, compré el EP My Iron Lung. Junto a la imagen de la habitación de Mac en Irlanda está la del Volkswagen de Frank Müller, saliendo de Kaufbeuren mientras suena esa otra versión que decía "very" en lugar de "so fucking special" camino de Stuttgart en donde habíamos quedado con Yiyi. Horas extrañas que vuelven a 8 bit, lentas como el recuerdo de aquellos tiempos de Sligo, de la Tend Fest. 

La música me lleva, pero también la literatura, y tal vez aquí está —según releo las líneas anteriores— En busca del tiempo perdido, de la que estoy terminando el terminando el tercer volumen...

La música siempre me lleva a sitios: esta mañana pensaba en cómo la música tenía esa versatilidad en que la partitura puede ser interpretada por diferentes músicos transmite otra calidez, otra intención, otra calidad. Cómo llevar esa posibilidad a la literatura: imposible o indebido: no hablo de rapsodas, me refiero a que si en el texto cambiamos una coma lo estamos cambiando todo. En el texto es cada lector quien da su impulso y su tono. Claro que el autor puede jugar: robar píxeles, notas, bits... ¿cual sería el símil para el texto? Tal vez la memoria fragmentada, pero no sé lo que quiere decir eso y, provablemente, ya se haya hecho.

Y por ahí va encaminado el tema, como me dice Luis Mundaca:
... una forma de sintetizar el cuento para que, de una forma un otra, pueda ser desdoblado, alguna encriptación. Cómo hacer para que un cuento sea mal escuchado o, un caso así, no escrito por completo pero que mantenga toda la información inicial. ¿Existe el cuento entrópico?
Yo no hubiera dicho mejor. Sonia tiene razón en lo que dice, refiriéndose al microrelarto como opción,  pero no va por ahí mi idea que es más de índole creativa: el microrelato es el pixel, la imagen a través del aumento del pixel es otra forma de creación, no es el recorte de un cuadro de Turner sino una reinterpretación. O como dice Luis:
Supongamos que escribo: “El hombre se sentó en una silla del bar”, ¿Podemos decir que se mantiene la información de tal frase si escribo: “Hombre se sentó en silla bar”?