30 diciembre, 2010

Guille y su lápiz, por Quino

Con seis o siete años mi tía empezó a regalarme los cuadernos de Mafalta que he ido reinterpretando con la edad. Crecí y aprendí con Quino muchas cosas.
Pues de todas esas viñetas, hay una que he repetido y de la que le hablo a los amigos cuando dilucidamos sobre el hecho creador. Sobre la sorpresa que resulta algunas veces al terminar un relato que empezó sin saber hacia dónde dirigirse. Una sorpresa que en mi caso no sucede con el ordenador, sino con un lápiz y una libreta y que me llevan siempre a la imagen de Guille sujetando su lápiz. Aquí la dejo, para cerrar un año nuevo y abrir otro.

17 octubre, 2010

Las labores del silencio: Luz Mercedes Orrego Morales

Luz Mercedes Orrego Morales es una colombiana que habla de su ciudad, Medellín, como de un lugar lejano en la memoria. Pero hay que decir que esto no es preciso, porque es media verdad.
Mercedes habla de todo como de algo lejano: habla de su poesía, aunque se trate de un texto escrito en un hueco de una agenda esta misma mañana; de su vida en Salamanca ayer, o el año pasado, que viene a ella como un penoso ejercicio de memoria, como algo que quedó atrás y ya nunca le interesará del todo; y habla de su vida en Medellín…
Entre las dos ciudades y ese mundo interior, a través de los saltos posibles de la comunicación vía internet que casi le es ajena, y otra comunicación que le es más cercana: la que hay entre Filosofía y Poética, ha creado esta colección de casi cincuenta poemas.
La poesía ha salido —jamás alcanzaré a saber cómo— de las agendas y libretas de uso múltiple en las que nos lee cada jueves en la tertulia del Ateneo, hasta un libro ordenado cuyo título define a la persona: Las labores del silencio.

Fotografía: Benito González García.

Cuando Mercedes escribe, algo sincrético y humano mira hacia adentro en una lengua abierta y precisa que nombra, aclara, la indefinible realidad.
Sus poemas —breves, llenos, justos— solo se pueden definir con las mismas palabras que los dibujan.
Poco más me atrevo a decir: la envidia bien entendida —y el que quiere entender mal nunca entenderá nada— en un sentimiento muy sano.
Y yo envidio la poesía de Luz Mercedes Orrego. Espero que vosotros la envidiéis también, porque eso significará que la habéis aprehendido.

Casa de las Conchas, Salamanca, 16 de octubre de 2010

10 octubre, 2010

Creep, memorias en 8bits



Reducir la imagen a píxels, el sonido a bits... o cómo hacer con el relato. También versionable con un cuarteto de cuerdas o con un piano, cuando este Creep de Radiohead pasa tiempo sin sonar en casa o en el coche, siempre me trae la imagen del momento primero en que la escuché: estaba en Irlanda.

Entré en la habitación de Mac porque todos pululábamos con la casa y los poco días que no salíamos de fiesta no queríamos dormir. Mac estaba ya en la cama escuchado los cascos, se había comprado un disco nuevo en España y solo había encontrado una versión en cinta: Espera, que te la pongo. Me senté al lado de él en la mugrosa carpet de nuestra casa para poder ponerme sus auriculares. Entonces no pensábamos tanto en esas cosas, la alfombra o el fregadero o los bares. Entonces apretó "play" y sonó algo que tampoco decía mucho, una voz grave, raro... luego sonó la guitarra.

En Alemania, al año siguiente, compré el EP My Iron Lung. Junto a la imagen de la habitación de Mac en Irlanda está la del Volkswagen de Frank Müller, saliendo de Kaufbeuren mientras suena esa otra versión que decía "very" en lugar de "so fucking special" camino de Stuttgart en donde habíamos quedado con Yiyi. Horas extrañas que vuelven a 8 bit, lentas como el recuerdo de aquellos tiempos de Sligo, de la Tend Fest. 

La música me lleva, pero también la literatura, y tal vez aquí está —según releo las líneas anteriores— En busca del tiempo perdido, de la que estoy terminando el terminando el tercer volumen...

La música siempre me lleva a sitios: esta mañana pensaba en cómo la música tenía esa versatilidad en que la partitura puede ser interpretada por diferentes músicos transmite otra calidez, otra intención, otra calidad. Cómo llevar esa posibilidad a la literatura: imposible o indebido: no hablo de rapsodas, me refiero a que si en el texto cambiamos una coma lo estamos cambiando todo. En el texto es cada lector quien da su impulso y su tono. Claro que el autor puede jugar: robar píxeles, notas, bits... ¿cual sería el símil para el texto? Tal vez la memoria fragmentada, pero no sé lo que quiere decir eso y, provablemente, ya se haya hecho.

Y por ahí va encaminado el tema, como me dice Luis Mundaca:
... una forma de sintetizar el cuento para que, de una forma un otra, pueda ser desdoblado, alguna encriptación. Cómo hacer para que un cuento sea mal escuchado o, un caso así, no escrito por completo pero que mantenga toda la información inicial. ¿Existe el cuento entrópico?
Yo no hubiera dicho mejor. Sonia tiene razón en lo que dice, refiriéndose al microrelarto como opción,  pero no va por ahí mi idea que es más de índole creativa: el microrelato es el pixel, la imagen a través del aumento del pixel es otra forma de creación, no es el recorte de un cuadro de Turner sino una reinterpretación. O como dice Luis:
Supongamos que escribo: “El hombre se sentó en una silla del bar”, ¿Podemos decir que se mantiene la información de tal frase si escribo: “Hombre se sentó en silla bar”?

06 septiembre, 2010

Los productos del azar.


Tarde de música y matemáticas. digamos que dos o tres años sin escuchar mis discos de Red Hot Chili Peppers. Empecé por orden los cuatro discos que tengo: no. En realidad obvié el que para mí sigue siendo mi disco favorito.
El caso es que comencé con Blood Sugar Sex Magik (1991-1992), luego Californication (1999-2001) que sigue siendo en contra de todos esos superentendido de los Red Hot un disco aburrido, formalmente perfecto, técnicamente pulcro, sin magia, sin vida, y luego By The Way (2002-2004), un disco más creativo, menos lineal al que, pese a sobrarle algunas canciones tiene algo.
Después he seguido en mi cuaderno, pero empezaron los compases de One Hot Minute (1995-1997). ¿Qué decir? Pese a los problemas creativos que el disco llevara consigo es el mejor de sus trabajos. Me apostaré algo con todos los integristas de la armonía, porque cuando pasen los años prevalecerá este Minuto caliente tal vez junto algunas canciones del Blood Sugar.
Esto me hace pensar en la complejidad del proceso creativo y además en la poca capacidad de los autores para juzgar su propia obra. Leo en la wikipedia que el pesado de John Frusciante se ha vuelto a ir de la banda: tres segundos de alegría, ha puesto en su lugar a su mejor colaborador o a su clon, el que le hacía la segunda guitarra en los directos.
Se debe un creador a su obra o a lo que le pida el cuerpo. Pienso en los proyectos grupales de músicos que fueron y no se soportan, como Guns n' Roses, ahora que Axel pulula por el mundo en solitario. En los grupos de un solo disco y un solo encuentro como el de Postal Service o Family, en los que debieran haberlo sido, como algunos dicen de Portishead... En un caos que reúne a David Navarro con otros tres tipos para componer trece canciones que superan a la diarrea creativa de los cientos de su otro guitarrista.
Qué difícil es que todo confluya, que las palabras y las notas se ordenen por azar y todo suene.
Escuchad One Hot Minute como un producto independiente, más allá y más acá del grupo, como el texto está lejos de los insoportables o amables autores puestos a desaparecer.

24 mayo, 2010

RevistAtlántica de poesía, nº.33



En abril se presentó el número 33 de la RevistAtlántica de Poesía, dirigida por José Ramón Ripoll. La Revista incluye la serie de diez poemas que abre mi Libro de la distancia y que, finalmente, he titulado «Abandonos» (paso de «Abstracciones» a «Abandonos» y viceversa no sé cuantas veces). Dejo aquí uno de los poema, tal vez al azar, tal vez no:

Julio es el más feliz de todos los meses, y a ti te lo debo. Abundante en síntomas que indican la fragilidad humana, ese culmen en que uno no es capaz de encontrar nada que lo supere, julio es el más feliz de todos los meses, aunque siempre está agosto, dispuesto a dar remanso, preparado para la calma, siempre un contrapunto.
Agosto es, para siempre, el mes en que me abandonas.
I can’t keep track of each falling robin.
Algo se me anuda despaciosamente en el pecho y pienso en las raíces que la lluvia remueve, y me digo a mí mismo ha de volver, tranquilo, ella ya ha vuelto.
Nada pasa dos veces.
No, ¿no ves que ella está muerta?
Deja ya de llorar, todos hemos muerto muchas veces.
Y no sé qué decir, salvo que el mes de julio es el tiempo insolente de la felicidad, que nadie atiende mis súplicas, que he matado y he sido muerto y siempre, de entre la confusión, aparece una misma brizna de hierba, irreal, pero significativa.
(Para un final de julio)
La revista presenta la compilación de cartas inéditas enviadas por Julio Cortázar a Félix Grande  —comprendida entre 1967 y 1983—, un dossier dedicado a Carles Riba, colaboraciones de Antonio Colinas, Armando Freitas, Leo Zelada, Robert Bly, Eduardo García, Antonio Tello, Ezequías Blanco, Miguel Cabrera, María Valupi, Luis Javier Moreno, Steven J. Stewart, yo mismo, Javier Arnaldo y Alberto Lauro.

15 mayo, 2010

FlashMob


Esta ciudad necesita que alguien se pare para empezar a moverse. cuando seguimos caminando tras otra parada en la Plaza de Anaya una pareja me preguntó:
—Oye por qué hacéis esto, protestáis por algo?
—No...
—Entonces...
—Es una acción callejera, arte.
No se convencían.
—¿No os ha gustado?
—Sí, eso sí, ha sido extraño...

08 mayo, 2010

La espera



Sábado noche. Mantener una bitácora no es tan fácil. Todo se impone a lo otro y a veces no importa tanto. Ahora estoy más en páginas paralelas: Hostal Praga, los sueños que recojo de la lectura impaciente para mi Manual del sueño. De todo este silencio brotarán varios libros. Al fin y al cabo la literatura es una labor callada. Es palabra callada. Saltar de una libreta a otra no hace ruido. No hay porqué. Hay un impulso. Y aquí seguimos.

Ilustración de Alejandro Santos de Isla para Historias Mínimas (2010).

26 marzo, 2010

Por culpa de Onetti

Primera foto que vi de Onetti, o que recuerdo, recortado, exento de su salón en los Cuentos Completos de Alfaguara.

Yo, 35 años, caucásico, 1.84 m. Contento que estaba con mi ritmo de lecturas de este año, con todo lo que estaba aprendiendo.
Había leído los Cuentos Completos que Alfaguara publicó en esa colección que a finales de los noventa: Cortazar, Benedetti y Onetti, son los que yo compré. Muy bien Onetti, pero no había leído sus novelas.
Tenía apuntado en mi libreta de Hostal Praga una pequeña palabra: "Juntacadáveres", pero no me había puesto, y el caso es que tras las lecturas de este mes (cuatro novelas de Bolaño, la Historia Universal de la Infamia que no había leído desde 1994, la tesina de María Pizarro sobre Rossi que había leído a fragmentos y no de un sentada en 2000, ...), después de eso me apeteció más una novelita más corta que tenía de la colección de El Mundo: El astillero. Me la he leído dos veces, luego ya solo fragmentos.
Así que nada, creo que de momento ni Juntacadáveres ni El ruido y la furia, que leí hace siete, ocho años, diez, por decir algo, y que tenía ya en el cabecero de la ama porque le ando otra vez con ganas.
¿Soy un exagerado? Lo soy, pero es que me ha gustado mucho, como cuando de pequeño mi padre me dió 100 pesetas para ir al kiosco y me dijo que las gastase de forma razonada. Me compré 100 gominolas de peseta, de unas que me gustaban mucho, de colores, pequeñas señales de tráfico. ¿Por qué te lo has gastado todo y en lo mismo? Porque me gustan me van a durar y me daban mucha cantidad por 100 pesetas. Eso dije y recuerdo que mi padre se sintió satisfecho, porque debió notarse que me lo había pensado muy mucho.
Por eso me la he leído dos veces y pico y ahora no me apetece otra cosa y que me voy a gastar los veinte duros que le qudan al mes con una tercera lectura de El astillero.